miércoles, 29 de mayo de 2013

Los sonidos del Idrisi.

Cuando hace unos años inicié el diseño de este blog, me parecía casi imposible encontrar unas imágenes que sirvieran de cabecera y unos sonidos que ilustrasen el contenido del apartado que pensaba dedicar a presentar archivos de audio (canciones, discursos, conferencias o entrevistas) es decir, a los documentos sonoros que habían de conformar una buena parte de los recursos didácticos a emplear en la enseñanza de la Historia. Buscaba imágenes y músicas que tuviesen alguna relación, aunque fuese remota, con la figura del al - Idrisi.
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Recordé que hacía poco tiempo había visto la película griega de Tassos Boulmetis "Politiki Kouzina", estrenada en el 2003 y distribuida en España con el título de 'Un toque de canela'. Una secuencia específica había llamado poderosamente mi atención: Cuando el protagonista de la historia recibe la noticia telefónica de que su abuelo -al que no veía desde los 7 años- está enfermo, toma la decisión de viajar desde Grecia a Estambul para visitarlo.
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La noticia había desatado sus recuerdos infantiles y su memoria nos trasladaba a 1959, en lo más alto del cielo de Estambul, donde un muecin encaramado a un alminar entonaba su canto de llamada a la oración. Desde allí, la cámara emprendía un vuelo rasante por los tejados de la ciudad permitiéndonos identificar a su paso  la realidad multicultural de una ciudad habitada por turcos musulmanes y griegos ortodoxos, pero también por armenios y judíos.
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Pocos años antes, el 7 de septiembre de 1955, en una jornada conocida como los disturbios de Estambul, una masa enfurecida de turcos, probablemente organizada por el ejército en connivencia con el Partido Demócrata Turco, había atacado y acosado durante nueve horas a los miembros de las minorías residentes en la ciudad y, especialmente, a los 150.000 griegos que todavía vivían en ella.  Fue el comienzo de un progresivo y continuado éxodo de los griegos de la ciudad del Bósforo que, en la actualidad, no llegan a los 2.500.
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Esa agresión y la huida consiguiente, conforman la base del drama emocional en torno al que se articula la trama de nuestra película: el protagonista, un deportado a Grecia en su niñez, a causa de esos disturbios, se ve impelido a regresar a Estambul a causa de la enfermedad de su abuelo. Alli se topará de bruces con su pasado, recordando las enseñanzas de su abuelo, cuajadas de referencias a la composición de las palabras (la palabra gastrónomo incluye la palabra astrónomo - lo que a su juicio establece una evidente relación entre lo que sucede en el estómago y en el universo-) o de perspicaces observaciones acerca de cómo a las especias usadas en la cocina, se les podían atribuir propiedades y poderes extraordinarios en las relaciones humanas mas relevantes: las amorosas y las bélicas (el comino es una especia fuerte que vuelve a los hombres poco comunicativos, mientras que la canela invita a mirarse a los ojos y a la conversación; la canela  es dulce y amarga a la vez, como todas las mujeres; las especias están en el fondo de las más importantes guerras de la Historia...)






Mientras visionaba de nuevo la película en busca de la secuencia, me complacía en imaginar, sin ningún fundamento histórico, que el Idrisi, el geógrafo protagonista de mi blog, bien pudo haber tenido a lo largo de su vida experiencias sensitivas análogas a las del astrónomo protagonista de la película. Los dos dan el perfil de ese tipo de anti-héroe que cuando se les pone en la tesitura de enfrentarse a sus semejantes, a sus vecinos, en una lucha a muerte por la defensa de supuestos valores patrióticos o religiosos, rehuyen la lucha, se arriesgan a ser tenidos por traidores a los suyos y, sin embargo, abandonando la superstición y entregándose a la ciencia, se convierten en sabios benefactores de toda la humanidad.
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Me complacía en imaginar que también Al Idrisi, como tantos otros personajes de la Historia que han crecido en ambientes de sincretismo cultural espontáneo, en tiempos de enfrentamientos civiles y religiosos, pudo haber recordado su niñez en algún momento de su estancia en la corte cristiana de Palermo, haciendo volar su memoria a los minaretes de su Al-Andalus natal donde los almuedános (literalmente, 'gritadores') llamaban reiteradamente a la oración.
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Fue así como decidí que las imágenes y los sonidos de esa secuencia, extraidos de su BSO,  podían y debían ser incorporados  al post inaugural de mi fonoteca. Me resultaba creible que el Idrisi pudiera haber vivido y recordado escenas similares. No en vano, muchos siglos más tarde, en otro extremo del mediterráneo, otro mestizo de frontera llamado Carlos Cano, completaba el eje Estambul-Palermo-Granada y recordaba también, en abierta rebeldía contra el nacional-catolicismo,  un canto al amanecer  que, posiblemente, despertaba hace mil años a las gentes del recién nacido Reino de Granada.

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